lunes, julio 14, 2008

FLORENCIA (DE VUELTA)

... Y Florencia es, en toda su grandeza, un símbolo de la grandeza en decadencia. El turismo, nosotros y ellos, los que estábamos allí, hemos acabado con todo. La belleza de la cúpula de Brunelleschi, los palacios Strozzi, Medici Ricardi o Pitti y mil cosas más legadas por el Renacimiento, permanecen y son indudables, pero ya no hay secretos, todo, absolutamente todo está salpicado por la bermuda, los helados, las pieles blanquecinas, los tangas y las camisas desabrochadas, los menús baratos, gente comiendo por la calle, las colas para todo, la masificación. Ya no hay secretos porque todo se vende, y tú no viajas a Florencia para conocerla, sino que ella viaja a ti, se transforma a tu gusto y conveniencia, se rebaja y se ensucia para gustarte, a ti y a cien mil más. El low cost lo ha matado todo, y Florencia no te descubrirá ningún secreto, porque todo te lo enseñará como una puta, sin arte, sin sorpresa, para esta ciudad eres como una cartera llena de billetes, y se trata de sacártelos todos, aunque lleves solo cuatro duros, aunque seas un turista malvestido y malhablado, que come bocatas en la puerta del Zara de allí y no gasta un duro en restaurantes como dios manda. La tecnología, las comunicaciones, el low cost ha acabado con el deseo y con el misterio. Viajamos por millones a Florencia y la ciudad se nos abre de piernas, pero la cópula no tiene gracia, son unas pocas sacudidas, sin caricias y por supuesto, sin amor, y con una cola de varias horas detrás, porque después de ti van otros cuantos miles que también quieren follársela. Luego la dejaran tirada y enguarrada, pero a Florencia eso ya le da igual. El Renacimiento ya pasó, ahora a vivir de él.

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