viernes, julio 23, 2010

GAFOTAS

Hay tantas cosas que te condicionan desde niño. Las gafas, por ejemplo. Tu infancia no era igual si las llevabas o no las llevabas, sobre todo cuando en el recreo, las veías volar después de que ese chaval grandote te hubiera dado con un pelotazo en toda la cara. Los que llevamos gafas podemos ser los reyes de la comedia, se nos dan bien los saraos, destacar por encima del resto, demostrar que algo sabemos hacer a parte de recibir balonazos, ¡tenemos talento y ganas de mostrarlo! y nos encantan las risas y los aplausos, pero también tenemos un qué melancólico, una necesidad de andarnos por las ramas de nuestros pensamientos, de mirar para dentro, quizás porque nadie entendía lo mal que lo pasábamos cuando nos volaban las gafas por el patio. No nos era fácil ser niñera de nosotros mismos y de nuestras sagradas gafas. En mi caso recuerdo que también resultaba trágico llevar unas gafas de hierro que pesaban como una plancha, que me aplastaban las orejas y me dejaban llagas en la nariz, aquella ridícula goma doble para aguantarlas, y esos cristales dignos de Barragán, que aumentaban grotescamente el tamaño de los ojos, hipermetropía lo llaman. Cuando yo era pequeño aún no se habían inventado las gafitas de colores y los parches con dibujos de Disney, antes llevar gafas significaba que en la selva de la escuela, tenías un puto problema. Los gafotas no atraíamos la mirada de las niñas precisamente, aunque sí de los pegones de la clase, ¿por qué demonios no era al revés? Ahora llevarlas es divertido, y a muchos padres les encanta que sus hijos tengan alguna dioptría de más y haya que comprarles unas mini Ray Ban de pasta. Lo curioso es que yo soy incapaz de desprenderme ya de mis queridos anteojos, todo mi yo se expresa a la perfección con dos cristales redondos delante, no me concibo de otro modo, mis ojos en cambio pierden vida y se esconden en las profundidades cuando me las quito. Periódicamente mi pareja me propone mirar cómo va eso de la operación de la vista, y pienso qué pereza, eso le habría ido bien al Marc de las gafas de hierro y los pelotazos, porque a este le va fantásticamente así, tan gafotas como Manolito.

9 comentarios:

Unknown dijo...

Ja ja ja ja Marc, me siento plenamente identificado. Yo para rematarlo por tres veces he intentado utilizar lentillas e imposible, mis ojos responden enrojeciendo paulatinamente. Finalmente el oftalmologo dictaminó: ademas de ser pobre en el termino que todos conocemos, la lagrima de mi ojo también lo es como para soportar hasta las lentillas más suaves.


Saludos!!!

Jo Grass dijo...

Qué gráfico tu relato de vida de gafotas, jjaja y qué auténtico. Yo odiaba las gafas, afortunadamente tenía poca hipermetropía y sólo las usaba como ahora, para leer y ver películas. Mi hija, semana sí semana no, me pide que la lleve a graduarse la vista, porque sus amigas llevan unas gafas muy chulas y a ella le molaría también! Hay que joderse! ¡Cómo han cambiado las cosas!

Un abrazo

- dijo...

Hombre, de gafotas a gafotas, a mí nunca me persiguieron los niños en el cole por llevar gafas. A mí me perseguían mis padres para correrme a gorrazos de tantas gafas que llegué a romper. Pobres padres míos, tan sufridores ellos.

Santi "Krazy" WolfDj dijo...

Muy buna esta reflexion sobre los anteojos en la infancia, me he sentido algo identificado. Hasta en las rozaduras en la nariz. Yo me rendi, y al final ni gafas ni lentillas. Tambien he de reconocer que mi ojo sano compensa bastante la vision binocular y de momento no me hace mucha falta, pero con el tiempo ya veremos.

Saludos!!!!!

Möbius el Crononauta dijo...

Bueno, si no fuera por las gafas, a lo mejor habría sido por otra cosa. ¡Para algo aquello es una selva!

The Incredible E.G.O´Riley dijo...

Cuando tenía catorce años me dijeron que tenía que ponerme gafas (algo que ya sabía más que nada porque no veía tres en un burro)y fue la gran tragedia de mi vida. Me las compraron pero sólo me las ponía en casa..jajaja. Ahora siempre llevo gafas de sol graduadas y las otras me las pongo de vez en cuando sólo cuando veo que me hacen juego con la ropa. Las tengo de todos los colores pero hay algo en mi que sigue reticente a ponerse anteojos. ¿Complejos infantiles no superados?... Eso sí, seguimos si ver tres en un burro...jaja porque lo de operarse como que no.

Saludos

Carlos Tizón dijo...

muy bueno amigo, yo afortunadamente nunca lleve lentes aunque tengo cierta incompresible fobia a los gafa pasta jajjaj es broma, muy buena entrada

Lorbada dijo...

Mi vista por ahora va genial... pero la alopecia es otro cantar.

L´Esbarzer dijo...

Doy fe que Luis fue el cuatro ojos oficial de la clase, jijiji.

Yo me operé en el 2001 y estoy encantado.
Tanta pantalla y tanta lectura, y tanta edad hacen que en unos 5 años tenga que volver a usar gafas...peor para entonces ya habrán pasado 15 años!!!