sábado, marzo 15, 2008
MIS DUNHILL
Mi primer cigarrillo fué un Dunhill. Fué en Playa de Aro, en la intimidad de uno de mis aburridos veranos en la playa. Adoraba los Dunhill, los robaba de donde podía, y ya más talludito, cuando salía los viernes, dejaba orgulloso mi paquete de Dunhill encima de la mesa, presumía de tabaco de primera, yo. La cajetilla es preciosa, posee una estética muy adecuada también para putas de barrio alto, divorciadas cínicas y descreídas con una millonaria pensión vitalicia de su ex, y se desaconseja para horteras en general. High class tobacco, man. El color, rojo. Desde que fumé Dunhill, siempre he intentado que las marcas que fumara fueran de color rojo, así, con la excepción de Nobel y algún tiempo con Camel Light, Pall Mall, John Player e incluso los cigarrillos frikis Brooklyn, fueron mis dosis de nicotina con cajetilla roja más habituales. Ahora fumo Pall Mall, pero nada llega a la altura de aquellos Dunhill high class. Sigo con la cajetilla, se dividía en dos mitades que desenvolvías por separado, una pijada, y los cigarrillos eran más largos de lo normal, ya digo, ideales para putas y Mata-Haris, y su sabor, bien, yo los recuerdo jodidamente fuertes, y ese primer cigarro de mi vida en Playa de Aro me dejó para el arrastre, con peor voz que Vidal-Quadras. Aquellos viernes con Dunhill y yo con 17 o 18 años eran grandes, pero un sábado levantándote de la cama con el paquete entero de Dunhill todavía merodeando por tus pulmones era mortal. Pero había que aguantar, tío, fumar era genial.
De los peligros del tabaco, de la estúpida ruleta rusa que significa encender un maldito comprimido de nicotina y alquitrán siendo socio del club de los asmáticos, de todos esos rollos, hablamos otro día. Dejadme recordar mis Dunhill, aquellos días de inocencia pulmonar.
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