sábado, mayo 17, 2008

JUNKYARD (KGB, 16-V-08)


La sala KGB es la pocilga perfecta para vivir un concierto de rock. Es lo más parecido que tenemos ahora al CBGB, o por lo menos lo que tenemos en mente que debería haber sido el CBGB. Unos lavabos que de tan viejos son atemporales, supervivientes de millares de... en fin, escaleras para matarte, dos niveles en la sala, con el backstage en el piso superior, de tal forma que el grupo de turno debe subir al escenario bajando unas escaleras a la vista del público, la sala es oscura, industrial, añeja pero cómoda, no sé, es más rockera que Bikini.
Y si el grupo que toca es nada menos que Junkyard, la banda hard rockera de firmes raices musicales que apuntó al estrellato a finales de los ochenta, a rebufo de Guns n´Roses y demás, y si además, los tipos están en una forma impresionante, pues tienes el decorado y los protagonistas perfectos para una gran noche. David Roach, el cantante, vive en un extraño limbo exsitencial que le permite tener un aspecto fuerte, duro, joven y arrasar literalmente en el escenario sin que te plantees que ya está talludito, y que eso no es normal, que David tendría que estar pintando las paredes de tu casa, o en paro voluntario, o subiéndote la compra del Carrefour. Su actitud es la locomotora de esta banda. Junkyard tocaron el viernes en una bola grasienta de horrible sonido (no todo sería, digamos, perfecto en el KGB), pero la constancia y dedicación del grupo, más la hiperactividad de su vocalista, convirtió el concierto en una reivindicación de unos tipos que, a temporadas, se resisten a desaparecer en el olvido. Tocaron temas de Sixes, Sevens & Nines, su clásico, un antológico disco de rock n´roll académico con vuelta y vuelta en la parrilla del hard rock vía LA; All the time in the world, la versión de Misery loves company... Y todo servido en carne viva por David Roach. Observa como coge el micro, como da tumbos de un lado a otro del escenario entre tema y tema, como escupe sus letras y como sabe y quiere que sepamos que su mensaje, por estulticio que sea, sigue vigente, vivo y más salvaje que nunca. En los bises versionaron a AC/DC con Whole lotta Rosie, en la que participó esa suerte de banda clónica que les había teloneado (con un pesadísimo guitarrista haciendo de Angus, empeñado en eclipsar los claros talentos vocales del guitarra rítmica). Al final, cuando David bajó del escenario se agachó unos instantes a recuperar el aliento, luego le di una palmada en su sudorosa espalda y le dije un sincero "thank you", él me sonrió y se marchó por donde había venido. Que vuelva por favor, y que un grupo con ese potencial, todavía vivo, pueda sacar un disco con canciones nuevas.

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