lunes, marzo 24, 2008
PERSONAJES
Al enfrentarse a un guión, los hay que se debaten entre la narrativa, el entramado de la historia, la estructura, y los hay que primero prefieren definir bien a los personajes. Me reconozco entre los primeros. Me gusta diseñar qué ocurre, cuando y por qué en la historia. Me gusta crear momentos que luego puedan emocionar. Pero a veces eso significa olvidar que no hay momentos ni emociones sin personajes que tiendan el puente identificativo con el espectador. Así, quién piensa demasiado en andamios narrativos, giros y tramas, acaba creando una buena historieta conducida sin embargo por personajes-marioneta sin profundidad ni atractivo.
Fuí a ver Los falsificadores, un buen ejemplo de la combinación perfecta: buena historia y buenos personajes. El film, ganador del último Oscar a la mejor peli extranjera, es excelente en su narrativa, como en un campo de concentración los nazis pusieron en marcha una operación de falsificación de moneda para debilitar la economía del enemigo, sirviéndose para ello de presos especializados en las distintas partes del proceso. Un guión perfecto en la ambientación, permitiéndonos adentrarnos en un rincón del campo de Shashenhausen y arrancar los conflictos y las situaciones llenas de la tensión insoportable propia de la barbarie de aquel tiempo. Pero ningún elogio a la historia duraría mucho si no hubiera en el centro el personaje protagonista, el rey de la falsificación, Salomon Sorowitsch, interpretado magistralmente por Karl Markovics. Él es quien aguanta la trama y lo hace porque es un personaje increiblemente bien construido. Nunca llegas a saber lo que piensa realmente, aunque no sabes por qué, pero confías en él. Se mueve en la fina línea que separa al hombre que solo mira por sus propios intererses, del que es capaz de arriesgar su vida para ayudar a los demás. Un hombre de silencios, de miradas, y lo mejor, un hombre cuya alma se nos va revelando poco a poco, hasta que al final, de la forma más sencilla y poco épica, sepamos que él también, a su manera, es un gran hombre. La gran decisión de la película, si Sorowitsch y sus compañeros presos (que viven en condiciones mucho mejores que el resto de esclavos del campo, debido a su condición de falsificadores al servicio de las SS), si estos presos, digo, deben sabotear o no la operación de falsificación de moneda de los nazis arriesgándose a la muerte si les descubren, esa cuestión última, moral de actuar o no, de hacer algo más que limitarse a sobrevivir, la resuelve Solowitsch a baja voz, con inteligencia y paciencia, sin grandes actos pero con providencial efectividad, como lo haría el mejor falsificador de Alemania, él mismo.
Escrutamos sin parar la mente y los conflictos de Salomon Sorowitsch, cuando y por qué toma las decisiones que toma, qué siente, qué piensa. Eso es un personaje fuerte, y también una razón más para volver a ver esta gran película.
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