Al final me ha vencido. Le había cogido una manía tonta a Jonathan Wilson, pero ahora ya està. Curado.
Fanfare es una maravilla. Esta maleta ligera y azulada, con la mejor esencia de Laurel Canyon, con Neil Young aquí (¡Illumination es Danger bird!), Pink Floyd allá, se sabe mejor que la media. Invitados ilustrísimos (varios Heartbreakers, Mr. Crosby y Mr. Nash...), y un mimo en los detalles que acaba atrapándote. Los mejores momentos son las excursions de etérea psicodelia (Dear friend), pero se trata de un disco al que hay que darle horas y mucha paz.
Discos que curan y flotan. Parece que todo el planeta se ha puesto de acuerdo en ponerse a los pies de este hombre. Me uno a la fiesta.
He contado así por contar, los posts que llevo publicados desde que abrí este blog. Me salen 1264, la mayoría de mis cosas, luego rock n´roll, y también algo de comida. Me parecen pocos.
Aprendo mucho escribiendo aquí. A medirme. Medir mis impulsos en forma de palabras, medir mi corazón, mi estrés, mis esperanzas. Y cada vez lo hago más corto. No puedo soportar, hablando de prensa rockera nacional, a los redactores que escriben como si hicieran una redacción en el cole, cuantas más palabras mejor. Y por eso admiro tanto algunas revistas inglesas tipo UNCUT o Classic Rock, con tipos capaces de hacerte reír, sacarte de quicio, informarte y entretenerte en menos de dos líneas. Saben sintetitzar y no te hacen perder el tiempo.
Lo dicho, cada vez escribo más corto. Me gusta, se me da bien. Pam, pam, pam. Y a otra cosa.
Están aquellos grupos que me han hecho sentir diferente, los que me acariciaban o me daban una patada en el culo cuando lo necesitaba.
Hay tantos momentos en que la música es una razón esencial para vivir, que me jode desperdiarla escuchando mierdas. Pocas bandas me han dado tanto como 16 Horsepower, y es emocionante comprobar como desde finales de los 90, el impacto de David Eugene Edwards y sus caciones sigue tan vigente como siempre.
Ahora Edwards navega con sus Wovenhand, pero hace años, 16 Horsepwer eran mi mejor banda del mundo.
Venga, aquí mi propuesta de "mejores discos del 2013". De lo escuchado, de lo que recuerdo, de los discos que han superado mi mal humor y mis manías, destaco:
1- ENDLESS BOOGIE: "LONG ISLAND"
Brutal, cavernoso, jameante disco de otro tiempo. Monta una banda con blues y ácido en Atapuerca y se llamarán Endless Boogie. Mi disco indispensable del año.
2- BLACK SABBATH: "13"
Ahora que tantas bandes calcan el credo del acero de Birmingham, vienen ellos con Rick Rubin y firman el disco soñado. Perfecto. Bill Ward no está, pero eso ya lo sabían en la rueda de prensa anunciando la reunión. Todo marketing, pero detrás, el talento que no se apaga.
3- VALERIE JUNE: "PUCHIN' AGAINST A STONE"
Esta mujer domina voz y gesto, y me sigue robando el corazón con sus canciones y la mano de Dan Auerbach.
4- DAVID BOWIE: "THE NEXT DAY"
Sobradísimo regreso de Bowie. No tienen precio estas canciones. Riqueza, frescura, ¡todo en este disco está vivo! Los hay que dicen que ha repetido esquemas. Siempre igual. No te fíes de los críticos que hablan todo el puto día de innovación.
5- DEEP PURPLE: "NOW WHAT!?"
Porque ellos lo valen.
6- THALIA ZEDEK BAND: "VIA"
Porque sigue siendo un corazón castigado y errante, y sus canciones siguen acariciando y abrasando el alma.
7- ALICE IN CHAINS: "THE DEVIL PUT DINOSAURS HERE"
No llega a la altura del anterior, pero es un ejercicio de estilazo que solo ellos pueden hacer sin perder autenticidad por el camino. Siguen siendo magestuosos.
8- CHARLES BRADLEY: "VICTIM OF LOVE"
Porque es el jodido Dios del amor.
9- MONSTER MAGNET: "LAST PATROL"
Si no están en la segunda posición es porque son demasiado recientes los ecos estratosféricos de estas canciones. Que Wyndorff no vuelva a ires jamás de esta galaxia.
10- MARK LANEGAN & DUKE GARWOOD: "BLACK PUDDIN´"
El hombre ha editado dos discos ese año. Uno tenia que estar aquí fijo.
Superar los vicios lo tengo complicado, pero por lo menos dominarlos y que no te dominen ellos. Asegurar tu protectorado familiar, dedicarle la atención y los debidos detalles a ella (no des nada por sentado, el amor debe alimentarse cada día, disfruta de ello), y aprender a ser padre, claro. Sentir que tienes a gente con la que puedes hablar, y no me refiero a ser un coñazo llorón, sinó que sabes que están ahí y eso te mantiene cuerdo y te ayuda. Trabajar, intentar encontrar huecos en los que colar tu creatividad, aquello que te hace especial ¡eres único! Ser responsable de la cara que ofreces a los demás: sonríe, insisto, no seas un coñazo, no rajes a la primera de los demás; el mundo es suficientemente roñoso como para aguantar más malas caras y más mala ostia.
He visto la entrada a la tercera edad de mucha gente y me han dado ganas de llorar. No quiero envejecer y verme completamene jodido por dentro y por fuera. Quiero conservar las cosas que tengo ahora y que me hacen feliz. Me siento feliz de vivir como vivo, de pisar el filo del fracaso tantas veces y aún así divertirme. Y de regalarme aquí palabras que me ayudan y me miman ¡Feliz año!
Aunque a Lemmy parece que por momentos se le están agotando las pilas, dios no lo quiera, este Aftershock funciona muy bien.
Aunque no llegue al nivel de un Inferno, aunque suene más o menos igual que los tres últimos, y aunque sepas que a estos tipus les es demasiado fácil componer y grabar discos. Ponen el motor en marcha y pam, pam, pam, otro disco de Motörhead. Pero en fin, necesitamos esa química, la voz de Lemmy y todo lo que impregna a esta banda a la que amamos desde hace siglos.
Además, me recuerdan que el rock n´roll sirve para gritar, para alimentar tu mala ostia, para hacer crecer ese cabrón que todos tenemos dentro, sin el cual seríamos pura gelatina.
Es evidente que los hay que circulan por un nivel superior. Y Nick Lowe entrega Quality Street: A seasonal selection for all the family. El disco que ha de sonar estos días en tu casa.
Él es un caballero inglés de ilustre pasado, que desde hace más de una década nos regala música delicada, sedosa, inteligente. El hombre que en 2001 compuso una obra maestra, The Convincer, o que el año pasado editó la mejor canción de 2012, House for sale.
Lowe es el hombre de pelo blanco, gafas de pasta, a quién siempre escucharé. El tío que todos desearíamos tener en nuestra familia.
Como un robot, necesito pautas, obligaciones, cierta normalidad. Los hay que somos de fácil desestabilización, y si perdemos aquello que nos hace funcionar y circular en sociedad -enfermamos, nos quedamos sin trabajo, nos afecta algo que digan, algo que hagan- de repente estamos ahí en medio, desorientados, paralizados.
Pierdo con facilidad la dirección si no tengo un norte claro. No me gustan los jefes, pero los necesito. Me organizo si siento que hay alguien o algo que controla mi organización. No soy especialmente activo, pero si se paran las máquinas, se me rompen los esquemas y he de empezar de cero; levantar el castillo otra vez, desde los pilares. Sin embargo a veces pasa. Joder otra vez, a empezar de cero. Una baja laboral es una puta condena, estar en casa sin poder actuar es enfrentarme al aburrimiento y a la pereza, mis peores enemigos. No entiendo como hay gente que trampea para alargar sus bajas, o para regalarse unos días de vacaciones a cambio de no hacer nada. Yo no sé hacerlo, no por gran trabajador, es que noto que vuelvo a un punto del que ya no quiero saber nada.
Y me ha costado. (Re)construirme, sentirme orgulloso, repasar el día y ver que más o menos has cumplido, abandonar las lágrimas y abrazar la vida que tengo, con los míos y conmigo.
Al final tocará hipotecarnos para poder cantar. El panorama que se le presenta a cualquier banda de rock que quiera expresarse más allá de su local de ensayo es tan deprimente como lo era hace cinco años, o diez veces más.
Salas que te piden pasta para tocar, tanto por entradas vendidas de antemano, tanto por el técnico de sonido, tanto por cascarte un par de birras mientras tocas. Y tocas en salas grasientas y putrefactas, con propietarios que tienen cero interés en buscar una propuesta cultural atrayente, y defenderla, y promocionarla, y facilitarla, y que acaban vendidos al fútbol de los sábados. Otros locales siguen intentando lo contrario, programar conciertos, facilitarnos las cosas a las bandas, pero son cuatro, y tienen los días contados; o cerrarán o pasarán de música en directo. No les compensa. Mejor el fútbol. A todo eso, las bandas se desaniman, no hay conciertos ni perspectivas (eh, hablamos de perspectivas ridículas ¡un puto concierto al mes no debería ser una quimera!) Y al final todo se va al garete.
El panorama rockero para los que queremos tocar (¡en inglés!) está deprimente sí, colmado de ratas y pequeñas miserias a 3 euros la entrada. Pero yo quiero cantar, gritar y retorcerme, que me salgan babas de la boca y que los que tocan conmigo me pateen el culo. Solo que tendré que hacerlo en la calle, si se puede, que creo que ya no. O en alguna sala claro, previa succión del miembro del propietario de turno.
Por la noche, tu madre te deja en la cuna y luego hay una pequeña pelea invisible, los dos queremos taparte y cada uno te colocamos el nórdico de un modo distinto. Luego bajo la persiana con la máxima suavidad. Tú ya has decidido si duermes con alguno de tus peluches, y ahora nos miras divertida y tranquila, como si supieras que el trabajo ya está hecho y que solo queda dejarse llevar por un barco de colores hacia la Luna. Queremos que sientas que no pasa nada y que todo irá bien, y queremos que ese instinto no lo pierdas nunca. No nos iremos hasta que todo esté bien. Es importante. Ahora duerme.
Llevo un cabreo monumental con el articulo de Diego A. Manrique (dicho sea de paso, figura esencial en la historia del periodismo musical en castellano) sobre el black metal, a raíz de la edición en castellano del libro Lords of chaos, que narra las interioridades y miserias que a primeros de los novena condujeron a un grupo de adolescentes noruegos, militantes del naciente estilo musical black metal, a cometer dos o tres asesinatos y quemar un buen número de iglesias de su país.
Sí, en el articulo todo era darle vueltas a lo oscuro y sensacionalista del movimiento, a sus contradicciones y a su estupidez, por otro lado innegables. Pero ni una palabra de música. Que una parte muy pequeña de los blackmetaleros noruegos fuera imbécil no significa que el black metal se redujera a eso. Se trató de un movimiento artístico de tremendo impacto, con bandas capitales como Emperor o Immortal, que grabaron verdaderas obras maestras de gélida y frondosa poesia nórdica y apabullante y diabólico sonido. Música hubo y mucha, y demasiado buena y revolucionaria como para ignorarla en favor del sensacionalismo.
El black metal fue (y en algunos caso sigue siendo) un movimiento cultural con todas las deformaciones que quieras, pero de una energia creativa tremenda, y una raigambre nórdica inimitable. Música poderosa, libre, al margen de modas, surgida de la oscuridad, la soledad y la naturaleza propia de un país, y de las contradicciones y la energia de la juventud. Como ocurre con la mejor música, claro.
Hay una fe, una energia, una convicción en todos nosotros, un camino, un instinto.
A veces perdemos, nos vamos yendo, nos difuminamos, dejamos de respirar y el alma se deshincha, se reblandecen los sentidos, la agudeza. Pero si sabemos superar esos momentos (algunos saben sortearlos, otros nos damos de bruces contra la pared, pam, pam, y pasa mucho tiempo hasta que nos damos cuenta de que nos sangra la cabeza), hay premio, hay victoria. Me alegro de que ahora a Dave Wyndorf le toque ganar. Después de años de dudas, de desintoxcaciones, de vacilaciones (aunque Monster Magnet jamás han publicado un mal disco), es el momento de crecer. Last Patrol es el disco encargado de devolverme la fe, de meterme a empujones en la actualidad musical. Aunque solo sea para engañarme y pensar que hay más discos como este. No los hay.
Monster Magnet han firmado una obra soberbia, imperial desde el primer tema (I live behind the clouds es un despegue acojonante), los diez minutos del siguiente, un nuevo Space Truckin´ para el siglo XXI, hasta la última costilla sideral de una maquina de canciones altiva, brutal y ensimismada en la contemplación, el espacio y los agujeros negros; el rock´n roll tal y como yo lo entiendo, y su puta madre.
Un buen educador tiene la intuición de saber si lo que le está diciendo al
niño, lo que le recrimina, lo que le elogia, es auténtico o no. Tengo la
ventaja de estar dotado de este sentido primario. Lo sé.
Sé cuando toco las teclas correctas, cuando fluye la comunicación, cuando
repartes buenas cartas. Y sé cuando lo hago mal, porque
lo siento, porque lo que les dices es un reflejo de tu medida moral, de tu
perspectiva del mundo, de como te encuentras y en que punto estás. Cuando te
comunicas en clase, tienes un sentido arácnido, una bombilla que se enciende y
te avisa si articulas mensajes en una sola dirección, la de tu propio ego, si
abusas del piloto automático; cuando las cosas no fluyen y se rompe la
partitura.
Enseñar es un placer creativo, comunicativo, ¡mola!, y es también un
termómetro moral. Me da pena observar como hay educadores que no saben mirarse
al espejo mientras dan la clase. Otros nos vemos reflejados en lo que enseñamos
y como lo enseñamos. Luego intentamos tomar nota y hacer los deberes.
Se nos han puesto de moda en los últimos años los reportajes de músicos de culto venidos a menos, bien, a mucho menos, que tratan de redimirse, y finalmente, gozan de su merecida última oportunidad.
Last days here documenta la vida del despojo humano que lideró a una de las cult bands más subterráneas el rock duro, los fantásticos Pentagram, creadores de un muro de sonido sabbathiano que, acudo al tópico, acunó al futuro doom norteamericano. Bobby Liebling està muy jodido. Yonqui, viviendo con sus pedres como un niño cuando ya pasa de los 60 años, inútl y confundido en su mundo de soriasis, roña y crack. Pero gozará de una nueva oportunidad, como marca este nuevo género que ha visto grandes y populares piezas como Anvil! The story of Anvil o Searching for Sugar Man.
Sin embargo, lo que más me ha emocionado de Last days here es la pasión que siente por la música, y la incomprensible fe por la persona, de Sean Pelletier, el fan que sueña con que su héroe vuelva a ser lo que una vez fue, y que se deja la piel y la vida en ese imposible empeño. La gloria se la lleva el viejo Bobby, pero nada sería de él ahora sin fans como Pelletier. Ahí està el corazón de la película. Y a eso se le llama amar la música.
Aquí os dejo con la peli entera y con subtítulos. A disfrutarla ¡y a sufrirla!
Todavía no me lo puedo creer. Dicen varios medios ya que Lou Reed ha muerto. Me siento como maniatado, casi no puedo teclear. Estas cosas pasarán con todos mis héroes, me digo siempre, y va a ser duro. Pero así tal cual, leído en un periódico digital. No, no puedo soportar que Lou Reed haya muerto. Con pocos canales creativos he conectado tanto como con los del viejo, áspero, jodido, antipático, brutal, sensible y querido Lou. Me dolió que pocos entendieran su postrera obra Lulu, grabada con Metallica. Yo a ese disco le he sacado mucha punta, y me ha ayudado a conciliar la normalidad que uno desea con el miedo que es lo que sientes tantas veces. Lulu es un disco que me entendió, como antes lo habían hecho New York, The Blue Mask, Transformer o todo lo de la Velvet, por citar unos cuantos. Los que solemos verle las orejas al lobo, los que tenemos pendientes varios descensos a nuestros infiernos particulares, los que llevamos lastre y mochila, los que amamos e incendiamos, somos fans de Lou Reed. Por lo menos yo y unos cuantos. Me da muchísima pena. Con Laurie Anderson formaba una bonita, creativa y serena pareja. Tenía 71 años. Adiós Lou, y gracias.
Hay un camino que nos ha llevado hasta aquí. Una intención y una dirección. Hemos querido ser mayores cuando éramos a penas veinteañeros, y chavales con toda la potencia por desatarse cuando nos tocaba actuar con prudencia. Nos hemos equivocado tantas veces, hemos sido tan inseguros y crueles, que no nos dábamos cuenta de que éramos un poco mejores que la mayoría. Mira como tantas parejas que creíamos indestructibles han terminado vergonzosamente, y otras a las que ya empezamos a detectarles la semilla de la destrucción y el olor a requemado. Hay un camino que nos ha llevado hasta aquí, son tantos años que a veces te quitas uno o dos, asustado. El camino sigue. Hago acopio de fuerzas, de buen humor y una mirada amplia. Marta y Marina. No podría haber escogido un camino mejor.
Le ocurrió que tuvo que romperse para que su vida tuviera el sentido definitivo que el destino había escrito para ella. Hay algo en los seres humanos rotos, una energia que empieza a arder en el alma, y que, pasados los primeros sufrimientos, los dolores terribles y la depresión, les da un nuevo sentido, una nueva posición en el mundo. Pasan de aprender a enseñar, a ser ejemplo e inspiración, a ser héroes. Es un tránsito brutal en el que han tenido que dejar atrás todo lo que creían que era importante, como todo superhéroe que decide ayudar a la humanidad. Han visto el lado más terrible de la vida, han sobrevivido y eso les ha dado una nueva claridad en el alma. Qué generosidad que muchos de ellos nos enseñen, nos muestren sus poderes, nos inspiren. Me ha dado mucha pena que María de Villota solo haya dispuesto de un año y poco para enseñarnos su claridad y su bondad. La recordaré siempre.
Qué disco más cargante, insoportable por momentos, más quejica y llorón. El nuevo The worse things get... (etc. para colmo tiene un titulo largo y estúpido) de mi princesa Neko Case es la confirmación de que esta pelirroja no debería haver abandonado la senda que seguia en los tiempos de Furnace room lullaby, cuando mantenia su corazón en el centro del americana 90´s que hoy tanta gente ha olvidado. Muchos la ponen en el cielo a cada nuevo disco, pero yo me estoy desencantando, dios, mi voz favorita, la mujer que me ponia la piel de gallina en todo lo que hacía. Simplemente, no conecto con el manierismo y el dramón de estas canciones sin personalidad ni sentido, pegajosas y estériles. No tengo mejor forma de explicarlo, es pillar el disco y cogerle más y más manía. Joder Neko, qué coño te pasa.
No posee la misma carga emocional que para mi y para muchos tuvo aquel I'll take care of you, el otro disco de versiones de Mark Lanegan, pero como este hombre simplemente no hace las cosas mal, es imposible no rendirse a lo que te quieren decir estas relecturas de temas del más variado pelaje (desde Nick Cave a Brecht & Weill). Nadie canta como él (el titulo del disco miente, esto no son imitaciones), y nadie influye tanto a sus músicos y productores para que todo suene como él. Cada instrumento, cada pista de la grabación, es parte de un mismo organismo llamado Mark Lanegan. Meses después del espectacular Black Pudding, el hombre que hace lustros militaba en Screaming Trees sigue su propo camino sin mirar atrás. Que le queden muchos años, que le queden muchos discos.
The Black Angels molan desde las canciones, las portadas, hasta el último titulo de crédito. Mola que sean de Austin, Tx. Su rock psicodélico tiene ya cuatro discos en la mochila, y este Indigo Meadow, su última entrega es realmente matador. Las melodías, las texturas, la construcción de cada tema. A veces te planteas qué coño estará pensando el resto del mundo; este disco, acompañado o no de un moderado consumo de psicotrópicos, es medicina y sonido, canciones que atraviesan zonas de clarividencia y confusión y que se te pegan a la primera escucha. Talento que, claro, no pasará de gira por aquí.
La matanza terrorista del centro comercial de Nairobi nos ha dejado especialmente tocados porque podríamos haber sido nosotros. Vas a un centro comercial, pides una hamburguesa y de repente, te matan. No es lo mismo que si hubiera sido en el desierto, o en una zona rural recóndita de Pakistan. La muerte tiene sus texturas, y nunca es igual en todos los sitios, por lo menos para quienes la leemos en los periódicos. Trato de no escribir sobre cosas así porque otros lo harán mucho mejor que yo, y porque no aporto nada. Pero me cuesta quedarme quieto cuando veo los cadáveres, en un centro comercial como los de aquí, donde hacemos la compra con nuestra hija. Es inaguantable tanto sufrimiento y tanta impotencia.
Bueno, bueno. Mi Bootleg Serie favorita, después de la dedicada a la Rolling Thunder Revue y la de Tell Tale Signs, dejando a un lado la intocable The Royal Albert Hall Concert 1966. Una de las etapas más denostadas de Bob Dylan, finales de los 60, primeros 70, reivindicada con inéditos y un montón de tomas alternativas maravillosas, de Self Portrait, New Morning y Nashville Skyline. Llevo días con esto, es un trabajo concienzudo, pura labour of love. Escucho los temas, me siento a cenar con Annie mientras canta su canción, a la que solo le faltarían violines, luego desciendo a esas cosas que todos hemos sentido en I threw it all away, paso por Alberta, por Went to see the gipsy... Me lo tomo en serio. Es un Dylan maravilloso, individual, único en su búsqueda de la raigambre de todo, el primer acorde, la primera plantación de algodón, el primer amante desterrado, la única gitana que conoce tu destino. No hay mácula. Siento la música de nuevo.
Charlando sobre el tema de la vía catalana, un amigo reflexionaba sobre
cuántas discusiones y malos rollos debe estar provocando este tema en
familias con miembros que están a favor y en contra. Me refiero a esos debates que empiezan suaves en la comida del
domingo y terminan en violentas discusiones, posiciones enconadas y broncas que
quizás tarden en sanar. Mi amigo tenía toda la razón. Yo he mejorado en este
aspecto, hace algún tiempo que no me perjudico a mi mismo entrando a trapo en
según que debates; el problema es que mucha gente me temo que ni ha mejorado en
este sentido ni piensa hacerlo. Demasiado estamos hablando
de independentismo catalán, o españolismo o lo que sea, de conciencias
plurales, y no nos preocupamos de nuestra propia conciencia. Como no sepamos,
los catalanes que deseamos un futuro como país independiente, controlar
nuestros impulsos y defender nuestros argumentos con tranquilidad desde el
único reducto en el que de verdad tenemos influencia –nuestra familia, nuestros
amigos- mal vamos. No pienso joderme el día ni joder un solo segundo de mi
amistad con alguien por culpa de este tema. Si destruimos nuestro entorno
cercano con broncas y debates mal digeridos, qué no haremos si llegamos a ser
independientes. Paso, que se peleen otros.
Conozco a guionistas que escriben historias en cada frase ¿cómo lo hacen? ¿cómo se puede ser tan ocurrente en cualquier momento y lugar?; conozco a cocineros y amantes de la cocina que cocinan aunque tan solo estén hablando de ello, y buscan el fondo y la metàfora; conozco a una bailarina que baila cuando anda y cuando está quieta, y a profesoras que cuando te hablan de sus niños -hoy me ha ocurrido eso- crean nuevos mundos y paisajes en los que todo es entendible; conozco a empresarios que proyectan y se apasionan en cada Excel; conozco a músicos que lo hacen fàcil, tanto que te parece que podrías hacerlo tú, y a filólogas que saborean, analizan y corrigen las palabras, en cualquier momento, construyendo lenguaje y creando música. Han encontrado su lugar en el mundo, y viven en él 24 horas, 7 días a la semana, mientras los demàs todavía buscamos donde pasar la noche. Conozco a personas con la fuerza de cruzar el Atlántico. Tengo mucha suerte.