Sin duda este dvd es la guinda, o mejor, el gin tonic perfectamente servido, copa, piel de limón, hielo hasta arriba y Seagram´s, al achuchón que la Stones enterprises Ltd. le ha dado al periodo Some Girls de 1978. La reedición del disco ha sido un regalo, y este concierto filmado en Forth Worth, en la corta gira del 78 por USA, es uno de los documentos más espectaculares de Mick & Keith que te puedas llevar jamás a tu casa. Impresionantes planos, miradas, gestos, todo al detalle en un concierto de cuando todavía era posible tenerlos delante y olerles el aliento. Mick reina siempre, hiperactivo, chuloputas en clave NY, no para, incluso decide comerse al propio Keith en Happy, o reclamar el alma de Otis Redding en el final de Beast of burden, o rasgar la guitarra como el mejor roadie de Johnny Ramone. Keith es la máquina y el corazón, el sistema nervioso de la banda. Verlo tocar la intro de Honky tonk women sin su púa, o coser esos solos tan absolútamente cool es un tesoro. El resto de la banda, Ronnie soporta con guasa las bromitas de Mick, y se dedica a coger las colillas del suelo y apurar los pitis, Bill coloca su bajo tan en vertical que parece que esté meando detrás de un pino, y Charlie le da a Keith toda la gasolina que este necesita para que la máquina no pare. Muy cañeros, muy eléctricos, menos carnavalescos que en anteriores giras de los 70, chulos hasta decir basta (Mick es especialista en invitarte a la fiesta y luego ni mirarte a la cara). Da gusto refrendar mis votos stonianos con productos así.
Ante los bajones de calidad que experimentan muchas series temporada a temporada, y esa forma de consumirlas, cepillándonos una docena de capítulos en dos días, sin dar tiempo a reposar ni ilusionarse por el qué sucederá, tenemos el formato miniserie, que es más conciso y no da tiempo al agotamiento, la falta de ideas o el empacho. Los cinco capítulos de Mildred Pierce adaptan la novela del gran James M. Cain; una historia de superación y crueldad, con tintes de tragedia griega, en los USA de la Gran Depresión. Y sobre todo, una dirección cuidadísima de Todd Haynes (un director dado a facturar bellas porcelanas como aquella Lejos del cielo) y una espectacular, como siempre, Kate Winslet, que entiende y vive los personajes como nadie.
Siempre he admirado a Bruce Dickinson. Como tantos otros chavales, entré en el mundo del heavy de la mano de Live after death, los "scream for me Long Beach!", 2 minutes to midnight y aquellas canciones me dejaron boquiabierto. No podía creer lo que estaba escuchando. Tantos años después, Iron Maiden siguen haciéndome perder la cabeza, y Bruce sigue siendo importante en mi vida. Su carácter polifacético, ahora escribo, ahora me dedico al esgrima, ahora piloto aviones, es algo que me ha alejado un poco de él, por el tonto pensamiento de que eso le separaba de la música, de tomarse en serio la música. Pero Bruce se ha negado a conformarse con su papel de más éxito, y no ha parado quieto nunca, guste o no. Ahora, él y los demás Maiden tienen montada la mayor fábrica de divisas del metal actual, y planean cada movimiento, gira y disco con inteligencia. Los últimos diez años de la doncella deberían ser estudiados en las escuelas de negocio. Sin perder credibilidad (su verdadero valor de marca), han extendido el negocio sin parar y sin quemarlo, y disfrutan ahora de un éxito cómodo, intergeneracional y universal que jamás habían soñado. Estoy escuchando estos días el primer disco en solitario de Bruce, aquel Tattooed Millionaire del 1989 que engendró la sospecha de que este hombre no terminaba de estar a gusto sometido a la dictadura del torie del metal, Steve Harris. Luego vino su desmotivación general en el escenario y finalmente su marcha de Maiden, con aquella penosa última gira de despedida en el '93, el peor momento sin duda en la carrera de Dickinson. Tattoed millionaire se disfruta ahora con gran facilidad. Es un heavy-hard rock muy gustoso, sin el ritmo trotón de la doncella, más dúctil, melódico y potente, como le gusta a Dickinson. Grandes temas y a la guitarra el futuro Maiden Janick Gers. La reedición en 2 cd´s incluye tomas en directo y el Bring your daughter to the slaughter que Bruce compuso para la quinta parte de Pesadilla en Elm Street, y que luego grabaron Iron Maiden en No prayer for the dying, convirtiéndolo en un hit. Quizás me anime a seguir hablando de los demás discos en solitario de Mr. Dickinson, por ahora os dejo con el menos pretencioso de todos (aunque el último que grabó, Tyranny of souls, sigue esa vena de facturar un buen disco sin complicarse la vida). Aunque tenga de vez en cuando algún momento insoportable, Bruce sigue siendo uno de mis héroes.
A punto de ser padre, voy diseñando mentalmente el mapa de restaurantes que me hará ilusión visitar con la pequeña. El ego de un padre puede ser monumental, y uno se imagina enseñando a su hija las bondades de la barra del Coure, o de un concierto de Iron Maiden. Pura fantasía, mejor empezar siendo prácticos, posibilistas. Un local que caerá sí o sí en algún momento de algún fin de semana es la Cañota, calle Lleida casi con Paral·lel, guasón restaurante de tapas de los hermanos que llevan el Rías de Galicia, clásico entre los clásicos del mejor pescado en Barcelona, y quienes se han asociado hace bien poco con el imperio Adrià para perpetrar el restaurante más chipiguays de la ciudad, el Tíkets. Recomiendo un mediodía de tapas en la Cañota, con buena conversación y el diario bien cerquita. El local es divertido, con ilustraciones tipo cómic decorando las cristaleras, el ambiente distendido, combinando lo típico con la modernez Tíkets más desenfadada. Y las tapas son excelentes. Ya el pan con tomate, que te haces tú mismo, pone de buen humor a cualquiera, y más si encima extiendes una deliciosa anchoa. Las bravas están hervidas, nada de fritanga, y una vez te acostumbras (al segundo bocado) concluyes que son buenísimas, y que en Barcelona hay mucho mito con las bravas de tal o cual local; estas son de notable alto. Las croquetas de bacalao son golosas, repites seguro. Y la mini empanada de sardinillas, una delicia. La cañita está a un euro, y puedes alargar la comida hasta el pulpo o el cochinillo, que es asignatura pendiente para nuestra próxima visita. Muy recomendable.
Si se trata de darte un poco de autobombo y recordarte que has sido la banda de metal más importante de los últimos 30 años, será mejor que lo hagas con estilo y cuidando a quienes verdaderamente te han situado donde estás: los fans. Eso habrán pensado Metallica cara a celebrar su treinta aniversario, a primeros de diciembre del 2011. Cuatro conciertos -que amablemente han colgado en la red para descarga- en el Filmore de San Francisco, fans de todo el mundo entre el público, contacto cercano banda /público, y mucho más que una simple actuación. En cada una de estas maravillosas cuatro noches Metallica han interpretado temas oscuros de su discografía + versiones de todo tipo (tuvieron que ensayar hasta 80 temas distintos), han bromeado e improvisado con el público y sus propios colegas, roadies etc., han homenajeado a Cliff Burton, y han rendido pleitesía (algo que Metallica siempre ha hecho) a sus principales influencias, invitando al escenario a Ozzy, Geezer Buttler, Biff Byford de Saxon, a King Diamond y Mercyful Fate (emocionante para mi ver a King recuperado, al menos en parte, de su enfermedad), al mismísimo Dave Mustaine, a compañeros trashers como Death Angel, a Rob Halford, Glenn Danzing... Sí se trata de marcarte un autobombo celebrando tus tres décadas en el negocio hazlo así, déjate de macro conciertos y estadios de fútbol. Metallica siguen recuperando credibilidad y haciendo las cosas bien: Grandes conciertos, Death Magnetic, Lulu (aunque ahora quizás se arrepientan de haber grabado con Lou Reed), y finalmente esta perfecta forma de cumplir los 30. Hetfield está como un coloso, con una imagen fantástica, y los demás hacen lo que han de hacer, lástima que ya no esté Jason, y sino visionad su interpretación de Whipash en la cuarta noche, lo echaréis de menos.
Aquí un resumen del segundo concierto, con la reunión de Mercyful fate por todo lo alto...
Y el cuarto, del 10 de diciembre. Con Ozzy, Geezer, Death Angel, un Metal militia junto a Mr. Mustaine...
Terrible accidente ayer en Barcelona. Una mujer murió arrollada por un camión cuando iba en bicicleta por una calle del Eixample. No conozco las causas exactas del accidente, pero me aterroriza la mezcla bicicletas y ciudad. Mi experiencia es nula con el Bicing o similares. Tengo una amiga que se hace un tourmalet increíble cada día para ir a trabajar, y se le nota, porque está en forma y da gozo verla, pero yo no puedo. Ni lo entiendo. Cuando veo al típico padre modernillo llevando a su hijo en la parte trasera de la bici en medio de la calle Pau Claris, me dan ganas de bajar de la moto y darle de ostias. Tan poco respeto a la vida, a la suya y a la de su hijo. Esto es una ciudad, una jodida ciudad en la que en bici estás indefenso ¿cómo arriesgas la vida de tu hijo? A diario, cientos de personas cogen el Bicing, muchos diez veces más patatas que yo pedaleando, y los ves circular como florecillas silvestres por las calles más malas de Barcelona, saltándose semáforos, ignorando su propia vulnerabilidad, sin casco y sin precaución. Por supuesto que la culpa de esta inseguridad también la tienen la imprudencia de los conductores, que invaden los carriles bici o giran sin mirar, pero a ellos no les pasará nada si te dan un toque. No estamos en Amsterdam ni en Berlín. Esto es la sucia y caótica Barcelona ¿qué pintan las bicicletas por ahí en medio?
Lejos quedan ya las nocheviejas decadentes en macrofiestas, o innombrables saraos organizados en alguna casa privada a la que te llevan no sabes porque razón. Ni me gustaban antes las farras de fin de año ni me convencen ahora. Tampoco me gusta demasiado el día de mi cumpleaños. De joven me asustaba la obligación de desfasar, el estar hablando de la farra de fin de año desde meses atrás, y las fiestas estúpidas a las que iba y en las que realmente no quería estar. Total que la función terminaba con un ciego malo malo, de esas cogorzas feas y sin sentido. Bueno, ahora la nochevieja es más casera. En los últimos años hemos salido de forma relajada después de las uvas, o directamente nos hemos quedado en casa. No faltan nunca los gin tonics. Pero esta es una noche que se me atraviesa. Los precios exorbitados, los saraos y el desfase masivo (que me aterroriza), aunque lo vea desde la terraza de casa. Salir a cenar es una aventura que puede costarte medio sueldo, quedarte en casa es una media tinta, aunque lo solucionas si arreglas una cena que valga la pena. Y no me puedo quejar, solemos apañar bonitas veladas. Para el año que viene lo tenemos claro: cogemos perros, niña y amigos y nos vamos de casa rural. Con la calma pero bien.
Polanski ha filmado Un dios salvaje sin intención de huir de su original teatral, a excepción de los planos que abren y cierran el film, necesario el del principio, irónico el del final. La película es un regalo para sus actores, envenenado en el caso de Jodie Foster, que se pasa y no me convence, y adecuado para la siempre luminosa, cada vez mejor Kate Winslet, y un Christoph Waltz al que da gusto paladear, aunque le va a ser difícil huir de su condición de "cazajudíos" ganada apulso con Tarantino, y más si él no pone nada de su parte. Rápida, como digo irónica, deviene en comedia más al uso a partir de que sus cuatro personajes empiezan a ingerir scotch de 18 años, a media película. La conclusión es la esperada: los conflictos de nuestros hijos son un reflejo de nuestras contradicciones, miedos y bajezas. Casi que mejor que los niños se eduquen entre ellos.
Este ha sido un año en el que he reducido drásticamente el número de entradas publicadas en mi blog. Publico cuando me apetece y puedo, supongo que como todos, pero asustan esos periodos en los que pasan días y días y no apetece o no puedo publicar nada. Sientes como que los demás, los otros blogs, la actualidad musical, te dejan atrás y te sientes un poco culpable. Pero en mi blog mando yo, aquí hay garantía de que las cosas se hacen a mi manera. Empecé publicando durante un montón de tiempo una entrada diaria, sí o sí, y ahora hago lo que puedo cuando puedo y quiero. Como no nos pagan por esto, podemos permitírnoslo. Pero está bien así, Rock n´roll Outlaw sigue con vida, a veces le fallan las bujías o simplemente se le acaba la gasolina, nada que no pueda solucionar un buen mecánico del ego por unos cuantos pavos. Y gracias de nuevo a todos por leerme, por supuesto.
Han habido años en los que no me ha interesado pensar en listas de mejores discos, esta vez toca que sí. ¿Qué discos me han marcado más en este 2011? Como siempre, soy incapaz de valorar si ha sido un año bueno o malo. Eso es tan voluble, depende principalmente de lo que hayas escuchado con una mínima atención, teniendo en cuenta como estabas tú mentalmente cuando escuchabas cada disco, lo que te han influído otros medios, otras opiniones, los discos de los que has opinado pero que ni siquiera has escuchado... Un coñazo vaya, quizás en 10 o 20 años, mirando atrás, podamos ver si 2011 fue un año bueno musicalmente, comprobando si quedan discos con cualidad atemporal, suficientemente fuertes y geniales como para permanecer décadas después. Mientras, este 2011 habrá sido ligeramente mejor o ligeramente peor que el 2010. Nada ha revolucionado el rock n´roll y todo sigue igual de mal, basicamente.
Por mi parte, los discos que me han convencido más han sido los que me han dado densidad emocional, profundidad y conocimiento. Pordía decir que esta es una lista de un tipo de 35 años. Por eso el Low country blues de Gregg Allman sería una buena opción como número uno. Lo manoseo a menudo, me pierdo en el camino mojado de la portada y me siento conmovido por sus canciones y su blues señorial y un punto oscuro, como una mansión abandonada en los alrededores de Nueva Orleans, con ecos de voces que ya no existen, con madera crujiendo, humedad en las paredes y frio.
Un posible número dos sería el repaso aéreo, nostálgico y terrible, soñador, que PJ Harvey le hace a su querida Inglaterra. Let England shake tiene una sonoridad mágica, su autora está en plenitud, y es tan maestro como el mejor disco de PJ Harvey en el que puedas pensar.
Sigo con el tres. Pienso últimamente que Gillian Welch nos ha regalado una pieza maestra sin hacer ruido, como es propio de ella, casi a escondidas. Supongo que Gillian no es de las que está rodeada de tíos en las fiestas. Con la decisiva aportación a la guitarra solista de David Rawlings, The Harrow & The Harvest para el tiempo con temas como Tennessee, folk a camara lenta, cadencias y matices, brillos y un estilo propio y particular que no admite distracciones al oyente.
¿El cuarto? ¿Qué tal si reivindico que el segundo de Black Country Communion es mejor que el primero, que me deja sin aliento, y que es lo más Purple que puedas escuchar sin que sea Purple? La convicción de Glenn Hughes en lo que está haciendo es una lección para todos. Estamos hablando de un señor que pasa de los 60 y que en temas como Smokestak woman no tiene rival. Los demás le siguen el ritmo, y aportan calidad, pero todos están en función de la determinación del jefe. Que dure.
El quinto, y con el quinto ya termino, se lo concedo ex aequo al Dirty Jeans and Mudslide Hymns del autor clásico que hoy día ofrece mayores garantías. Sólido desde hace ya no sé cuantos discos, John Hiatt ha compuesto uno de los temas del año, Hold on for your love, y un disco excepcional.
Y el otro quinto es un disco de música americana perfecto, el American Goldwing de Blitzen Trapper, una obra que puede despertar vocaciones como hacían discos como el Being there de Wilco o el Tomorrow the Green Grass de los Jayhawks. Memorables pasajes de rock tradicional reposado, como el que va de My home town a Astronaut, una secuencia extraordinaria de canciones que me sacan a golpe de arado de la sucia Barcelona.
Y estos serían mis cinco. Luego hay más (Wilco ¡King Kobra!, espléndido Warren Haynes, Tedeschi & Trucks, Hot Tuna, Lucinda, Buddy Miller & The magestic Silver Strings, Nick Lowe, Joe Henry...), referencias que han marcado este año de igual forma que las cinco que he citado. En el otro lado, pocos discos que me hayan decepcionado, pues amigos, con la edad ya sabes donde eres bienvenido y donde te van a echar a patadas. Para terminar un último premio. Me despido con una de las canciones del año, por lo menos en mi casa. The old magic, el disco de Nick Lowe, merecería estar en el número uno de mi lista, pero así como para hacerlo más variado, le concedo esta vez al maestro de la nostalgia, el good taste y la tristeza canosa y con retranca, el premio al mejor momento musical (extensible a mejor letra). Quién no ha sentido alguna vez que aquella casa donde todo era felicidad y amor ahora está que se cae, y todo es tristeza, goteras y frio. La buena música nos recuerda que todo es pasajero, que las cosas siempre pueden empeorar, y que a pesar de la pena y de todo, eres el director de tu propia película, y puedes cambiar, poner la casa en venta, coger tus cosas y largarte en busca de tus sueños. House for sale...
Los fans de la música solemos reirnos de los ídolos, me refiero a los viejos y carcamales ídolos que viven una vejez profesional más bien precaria. Parece que nos guste más que se retiren, y el hecho de verles ahí, todavía en la trinchera, nos hace partirnos de risa. Hoy en día no puedes hablar con casi nadie de Johnny Winter, porque en seguida sale el tema de su decadencia, de que toca sentado, de que es un amasijo de arrugas y que está casi con los dos pies en el otro barrio. Por supuesto, el mismo Johnny retirado merecería todos los elogios, pero como digo, a muchos les cuesta aceptar a una leyenda maltratada por la vida y por él mismo tratando de seguir con su carrera. Bueno, allá ellos. Yo me limito a disfrutar de Johnny Winter a tiempo completo, postrándome de rodillas ante Second Winter una vez al mes, y degustando ahora su última entrega discográfica, un compendio de blues de corte y confección, con una bonita lista de invitados entre los que destaco a Derek Trucks, la señora Tedeschi, Edgar Winter, Warren Haynes y la absolutamente deliciosa armónica de John Popper. Sabemos lo que hoy día puede ofrecer alguien como Johnny Winter, por eso no esperemos que derrape con Further on up the road, o que se salga de la tangente en Got my mojo workin´. Pero aquí hay calidad -y es un disco manejable, fácil de escuchar-, y una cierta dignidad.
Poco puede uno extenderse ya ante un disco como Some Girls. Los Stones más enérgicos, sucios, divertidos y nocturnos. Neoyorquinos, como se insiste en las notas de esta sorprendente reedición. Pregúntame en diferentes momentos del día y te diré que mi tema favorito del disco es uno u otro. Todos son necesarios, desde la movida disco de Miss you, a los arañazos punk -con Mick añadiendo guitarra eléctrica- de los que nunca me canso (Lies, When the whip comes down, Respectable...), el rinconcito entrañable de Keith con Before they make run, el cachondeo de Some girls, la comedia irresistible del gospel-country Far away eyes, la balada clásica Beast of burden, con ese riff que es como un buen amigo compartiendo barra de madrugada... Pero la sorpresa mayúscula han sido los temas no editados oficialmente del periodo Some Girls, añadidos en el segundo cd, y debidamente limpiados para ser presentados en el siglo XXI. Ahí, sus majestades han ido a lucirse.
Este cd, amigos, es la mejor noticia Stone en años. Hace días que en casa se tiran cohetes y la cerveza corre libre, y hasta mi hija, a punto de nacer, lo celebra con sombrerito de cowboy y batido especial. Claudine abre el espectáculo, sobran las palabras, luego prueba con la hija nunca confesada de Dead flowers que es Do you think I really care, la maravilla de When you´re gone, una guarrada blues que merecería un artículo por si sola; el Keith, acariciado por la armónica de Sugar Blue, que te deja hecho un trapo viejo, como los mejores tiempos de You got the silver, en ese We had it all, que tan bien interpretaba Dylan en sus giras de los 80. Esto es material sensible, han abierto la caja fuerte y en vez de robar, nos han dejado un regalo. Doce canciones que te sacan a golpes de la actualidad musical. Mick canta Tallahesse Lasse de forma magistral, I love you too much está perfectamente confeccionada y con madera de clásico de la banda, Keep up blues te recordará porque no existían blancos que fueran tan blues como los Stones, menuda armónica, menudo feeling, y cómo empieza, qué clase. Añádele el blues final de Mick él solito, Petrol blues. Some girls ya era inmenso antes, pero ahora te obliga a dejarlo todo y concentrarte en estos dos cd´s durante las semanas que sean necesarias. Me hago mayor, desconfío de los desconocidos, por eso, cuando algún viejo amigo vuelve a llamar a mi puerta de esta forma, ya digo, lo dejo todo y me voy con él. La noche vuelve a ser larga, la música te habla, vuelves a encontrarle sentido a esto de escribir sobre canciones y grupos. Por eso lo haces, para subrayar lo que sientes, para acordarte de que esto te gusta y es una parte importante de ti. Para dejarte de información, de datos y de esnobismos, y poner las tripas encima de la mesa. Ahora, si no os importa, vuelvo a reunirme con Claudine y las demás.
Senna es un documental ejemplar. Consistente, sintético, no abre teorías sobre el personaje que después no pueda cerrar. Y es respetuoso con un mito, su dimensión personal (con su carácter religioso en primer plano), profesional (un piloto diferente que reivindica la autenticidad del deporte) y social (el héroe de Brasil). Cuando estaba vivo y pilotaba, Ayrton Senna me parecía un loco y un prepotente, yo era más de Alain Prost, que era un tipo menos rebelde. Ahora ya sé que la del francés y el brasileño, eternos rivales, es una historia más cercana a la de Salieri y Mozart. Me alegra también comprobar que ese rostro, el de Senna, sigue siendo tan atractivo y misterioso años después. Cómo no confiar en un piloto con esa mirada. El film maneja jugosas imágenes de archivo, con un Senna inconformista luchando contra los poderes fácticos -la política- de la F1, representados por el insoportable Jean-Marie Balestre, aunque ciertamente, el del motor es un mundo lleno de pinzones sin escrúpulos, que con la cara ya pagan: Ecclestone, Briatore, Mosley... Documental perfecto también para los que recordamos mediodías de domingo con aquellas carreras sin electrónica ni toda la pajillería mental que tiene la competición actual, la cual me parece lo más aburrido del mundo.
Sí, hay que sacarla a pasear. Hace tiempo ya que decidí que paso de estar encima de todas las novedades, todos los grupos que debes conocer, y toda la radiante actualidad. Se acabó. Me quedo con un poco de esto y un poco de lo otro, y algunas semanas ni eso, y punto. Luego está lo de cómo escuchar cada disco que escoges entre los millones que se editan al mes. En casa, en la cocina, en el despacho o en el salón está bien, porque es lo que tienes a mano en el día a día, pero ninguna sala de audición perfectamente dispuesta con la máxima tecnología y confort, supera el paseo nocturno a la perra, discman en mano. Es entonces cuando puedo enfocar la sensibilidad necesaria para la música, más que emparedado en casa, hundido en el sofá. La música es movimiento. El rock n´roll es música para bailar o no, pero siempre es música cinética, que te llega cien veces más cuando te mueves. Pasear es una actividad que invita a apreciar el buen rock n´roll, o como hoy, salir con el coche a la montaña. Llevaba en la guantera el nuevo disco de Blitzen Trapper, el Outlaw Carnie de Bob Wayne y el Patchwork River de Jim Lauderdale, y os puedo asegurar que he descubierto matices que no me habían llegado antes, escuchando estas canciones en la cocina de casa. La música que amas puede pedirte sonreír, gritar, beber, fumar o follar, pero el rock n´roll también funciona con un buen paseo.
A cuento de la reedición de Some girls, de la que espero escribir en un par de días, repaso algunos de mis temas fetiche de los Stones setenteros. Star star, o Starfucker, es uno de mis favoritos, el tipo de canción secundaria, nada que ver con Brown sugars y demás, que yo emparento con otras delicias como Hand of fate o All down the line -hablo de temas rockeros- canciones definitorias de un estilo y una actitud, jodidamente sucia y pendenciera, la de los Stones en su momento de máximo poder, los 70. Me alegra descubrir que Joan Jett interpretaba este tema a primeros de los 80, con esa fuerza directa y sin tonterías. Nadie como Joan Jett para darle el sello de calidad a una canción. Los Stones por su parte, interpretaron el tema en su gira del escenario desplegable en forma de pétalos con el famoso pollote hinchable, y ya en la gira Some Girls, lo hicieron más al asunto, sin polla de goma. En cualquiera de las versiones, se habla de lo mismo, la poética de los coños macerados a base de fruta fresca, las polaroids guarras y las señoritas que se follan a las estrellas. Lo nuestro.
Lou Reed entró en mi vida cuando tenía 11 o 12 años, via Transformer, y poco después via uno de los directos más diabólicos y crudos de la historia: Take no prisioners. Cuánto me costó entender un disco como ese doble directo en el que un tipo, Lou Reed, no paraba de lanzar improperios (o por lo menos eso me parecía) a todo dios, alargando las canciones hasta lo insoportable; era como una fiesta en el infierno, la maldad más absoluta girando en mi tocadiscos al volver del entreno de baloncesto. En eso sí que me sentía diferente a los demás. Y el disco seguía sonando, y yo no entendía nada, pero sabía que ahí dentro se fumaba, se insultaba y se hacían cosas peores, y de vez en cuando sonaba algo parecido a Sweet Jane o a Walk on the wild side, con contundencia y mala leche. Me encantaba. Escuchando ahora un bootleg en directo desde Berlin, de 1979, un año después de Take no prisioners, me doy cuenta de que por entonces, sobre un escenario, en el mundo reinaban dos o tres bandas, pongamos que una era la E Street Band, quizás otra sería Mink DeVille y los suyos, y qué tal si la otra fuera Lou Reed y esa banda de infames a quienes no conozco, que incendiaban cada ciudad con una energía eléctrica brutal. Realmente hay que escuchar al Lou Reed de este periodo para darte cuenta de lo que podía llegar a ser este adicto cuando tenía suficiente rabia y, supongo, alcohol y demás, en el cuerpo. Podéis encontrar facilmente el bootleg en internet, a ratos suena a rayos, pero con auriculares a todo volumen la cosa mejora. Concierto largo, versión de 25 minutos de Waiting for my man, a modo de blues de cloaca tremendo, hasta algo tan dulce como I´ll be your mirror acaba siendo un crescendo eléctrico monumental; como digo, mucha electricidad, y un Lou que, al acometer la obsesiva Street Hassle (y años antes de las rabietas del ridículo Axl), amenaza al público con largarse si alguien más lanza algún objeto al escenario. Música en llamas. Aquí os dejo la tremenda Coney Island Baby de Berlin '79
Un amigo colgaba ayer en Facebook el nuevo single de Bebe, y linkeaba una entrevista que ya había leído ayer por la mañana, pero a la que, una vez escuchada la canción, he dado todo el sentido. Que triste cuando todavía hoy intentan colarte bazofia como mercancía para el futuro, música que abrirá puertas y tenderá puentes y todo eso. Vale la pena escuchar este tema, aunque sea solo para darte cuenta de que, todavía hoy, tratan de venderle la moto al gran público con esa desfachatez. Aunque es comprensible, ahora es más fácil, nadie se juega ya su dinero por un disco. Colar mierda en el mercado es hoy más sencillo que nunca, al contrario de lo que opinan los grandes defensores del cachondeo de la cultura gratis. Si la cultura no se paga, la mierda también es gratis, y consumirla ya no duele. A todo esto, es fascinante ver como esta cantante pierde los papeles de forma tan espeluznante y como los medios y redactores que cobran, la apoyan de forma tan abnegada.
No viene a cuento, pero me gusta un poco de demagogia barata, siempre que venga de mi. Quiero decir, ¿por qué tanta fiesta con Fleet Foxes? Para mi esta banda se acabó cuando me harté de su primer disco, que tenía tres grandes temas y mucha, mucha morralla neo-folk-pastorets. Luego les cuelgas la etiqueta de banda para modernillos y les coges manía. Es natural. Me gusta tener alternativas cuando veo que bandas así triunfan de forma tan fácil. Demagogicamente hablando, Blitzen Trapper es una de mis alternativas, y eso que son amigos de Fleet Foxes y han girado juntos. Los firmantes de este dulce American Goldwing llevan algunos años en ello, y han catado el favor de público y crítica con sus últimos discos, pero están a un mundo de lo que mueven bandas como Fleet Foxes. Sé que es fácil enamorarse de temas como Fletcher, Love the way you walk away y tal, pero yo siempre me he considerado enamoradizo y tontorrón, así que no hay problema. Blitzen Trapper son una banda con las bases bien cimentadas, que disfruta jugándosela en ese punto cardinal donde el rock y el country tararean la misma canción, aunque donde muchos facturan americana al uso, ellos retuercen el sonido y la melodía, y lo hacen suficientemente personal como para que paremos y escuchemos (Your crying eyes, por ejemplo, suena a berbena eléctrica meses antes de Altamont); y luego en My home town vuelve el espíritu de Gene Clark, y yo me siento como en casa, o Astronaut, que es otro tema que me gana, y que un Elton John via Tumbleweed Connection habría incluído gustoso en su repertorio. Me gusta sumarme a los parabienes que dedican mis amigos bloggers a este disco. Estamos de acuerdo, chicos.
A medida que me acerco a la fecha del parto, trato de alinear los distintos aspectos de mi vida de tal forma que todo esté en orden el día que Marina nazca. Casi todo sucede de forma natural, en estos meses soy más consciente de lo que puedo aprovechar de bueno de mi mismo, y también de lo que tengo que mejorar. Los hombres no vivimos el proceso de embarazo fisicamente, pero sí que por ello tenemos la oportunidad de vivir estos nueve meses de forma más espiritual. Observando los cambios, las sensaciones de mi pareja, analizo cómo estoy yo, miro atrás y veo el camino recorrido y procuro ir dejando en el arcén las tonterías que muchas veces me han robado demasiado tiempo. Tener un hijo, como las cosas importantes de la vida, es tener una oportunidad.
He de decir que Live at Budokan, el doble directo de la Ian Gillan Band editado en 1977, es uno de los directos "perdidos" de los 70. Así como la primera parte de la carrera de Big Ian una vez decidió reengancharse a la industria musical dos años después de haber abandonado a Deep Purple. Child in time, el muy destacable Clear Air Turbulence y Scarabus, y este directo, son discos sorprendentes, amorfos y raros, raros. Estamos hablando de Ian Gillan, nuestro bebedor favorito, quién se unió a un grupo de músicos empollones que lo llevaron a grabar rock fusionado con jazz, en una apuesta radical y estimulante de la que nadie quiso saber nada después. Borrón y cuenta nueva, y cuando Ian recapacitó y vio que lo suyo era el rock n´roll de bar, se deshizo de los empollones, conservó al teclista Colin Towns y mató cualquier duda con el fantástico Mr. Universe, ya con el nombre de Gillan a secas, dando comienzo a una carrera de cinco años repleta de grandes discos directos a la entrepierna, con olor a posavasos mullido y a pinta de Guiness.
Pero este disco, Live at Budokan, me encanta. Lo tengo desde hace años en doble vinilo, y lo disfruto ahora reeditado. Como he escrito tantas veces, a Gillan le aplaudo hasta los balbuceos y tonterías entre canción y canción. Live at Budokan es prog rock + jazz en largos temas (Money lender por ejemplo, no está nada mal), con una buena química entre la pericia instrumental de la banda y la garganta sin medias tintas de Big Ian. Para concluir el disco, las obligadas referencias púrpuras (Child in time, Smoke y Woman from Tokyo), en relecturas que gustarán a los que le buscamos siempre tres pies al gato en esto que nos tiene ocupados de por vida: la inagotable herencia de la familia púrpura.
Sólido y maestro. Esta vez el disco de John Hiatt lo produce Kevin Shirley (si puedes producir igual de bien a Iron Maiden y a John Hiatt, es que eres jodidamente bueno), y Dirty jeans and mudslide hymns es uno de los mejores discos de Mr. Hiatt desde Bring the family, Stolen Moments etc. Menos plano que el anterior (excelente, ojo) The open road, empieza con una declaración de intenciones, esa Damn this town que puede ayudarte en un mal día, luego delicatessens como 'Til I get my lovin´ back o la seria, trascendente Hold on for your love. Rock en contacto con la tierra y los elementos y el alma. Hiatt siempre está preparado, no falla nunca, él solo espera a que tu lo estés igualmente. Y yo siempre estoy ahí, sus discos siguen ilusionándome, su carrera es perfecta y recurro a sus obras a menudo (Crossing muddy waters por ejemplo, es un disco que siempre tengo muy presente). Verle en Barcelona fue una experiencia maravillosa, escuchar este disco ahora, y comprobar que no echas de menos nada de su pasado, también lo es.
A modo de collage cronológico, pasando por cada una de las fases importantes de la carrera del grupo, 20 es un rápido documental que convence pero no sorprende. Emocionan esas impagables imágenes de vídeo doméstico, con los jovencísimos Gossard, Ament y Chris Cornell asistiendo a un concierto de The Cult como unos fans rockeros más,o el metraje dedicado a Mother Love Bone y a Andy Wood, o algunos momentos en los que Eddie Vedder muestra su personalidad más esquiva, la que tanto nos fascinaba a primeros de los 90. El resto del contenido es adictivo, y Pearl Jam es, creo, una banda formada por tipos increíblemente creativos, comprometidos y buenas personas, pero eso ya lo sabía, estoy hablando de una de las bandas de mi vida. Por pedir, yo hubiera sacrificado el empeño de contar cada fase de la carrera de la banda (la fiebre Ten-Tiketmaster-Neil Young-la tragedia Roskilde...), porque enfocaran algún rincón realmente inesperado en el universo Pearl Jam. Cameron Crowe recurre a muchas escenas de la fantástica Imagine in Cornice, y otros momentos que hoy son fácilemente encontrables en Youtube; sin duda 20 podría haber sido más incisiva y menos informativa. Aún así, me veo incapaz de no recomendarla.
Largo, completo y calmo concierto de Cowboy Junkies en el Apolo. Un primer set con temas de sus últimos discos (preciosas las versiones de Vic Chesnutt), algunos con agradecida carga eléctrica (naturalmente al estilo suave de la banda); y un segundo set con perlas de su Trinity Session, su inmutable obra maestra, y entre otros, la preciosa versión del Powderfinger de Neil Young, con la que se despidieron, incluída en aquel The Caution Horses de 1990. Margo canta como si estuviera en la cocina de su casa de Toronto, con su rebeca, el jarrón de flores encima de la mesa y su taza de té entre las manos; escuchándola, entendí otra vez porque me enamoré de esta banda hace tantos años. El hermano de Margo, Michael, debe ser el guitarrista más económico de la historia, pero ya sabemos que unos simples acordes abiertos pueden expresar más que cualquier hábil paseo por las pentatónicas. Cowboy Junkies desbordaron mis emociones cuando Margo afrontó de nuevo Misguided angel, mi favorita de siempre. Música triste, buena y acogedora.
Decidir (en lo pequeño y en lo grande), nos hace humanos, inteligentes y libres. Y decidir irse de algo es importante. En mi caso, he dejado a la banda en la que he estado tocando blues y rock n´roll durante un par de intensos y mayormente felices años. Si hay alguna variable de la ecuación que crees que no funciona, todos somos adultos, yo lo soy, así que paso al frente y adiós. Cojo el micro, mi Takamine y mis armónicas y a otra cosa. Es curioso como al final es el factor humano el que pesa, quiero decir, puedes disfrutar haciendo música, subiéndote a un escenario y poniéndote a gritar como un poseso, cantas, te mueves como un muñeco atontado, y te sientes libre. La música me gusta tanto. Pero al final del día, como digo, si algo no funciona, no hay que dejar que la cosa se pudra. Tocar música es una actividad que unicamente me cuesta felicidad, así que si algo me escatima un gramo de ese fantástico precio, no discuto, bye bye y a casa.
Tal y como se esperaba, los Black Sabbath originales anuncian reunión y disco nuevo en estudio. Entiendo a Iommi & Buttler, después de la muerte de Dio algo tenían que hacer con su vida. Y entiendo a Ozzy, y me hace especial ilusión que Bill Ward pueda estar en forma para girar, admiro el estilo de este hombre, y en la época de los Ozzfest y la primera reunión, siempre que pudo estar a la batería, lo bordó. Personalmente, ya he pasado el duelo por Dio, así que ya no me parece un insulto que Iommi decida reunirse con Ozzy, además, me interesa tan poco lo que hace Ozzy (o los que le manejan de un lado para otro) con su carrera en solitario, que sí en cambio me ilusiona verle de nuevo con sus colegas de Birmingham. Son viejos, muy viejos, recordad que cuando se reunieron en el '97 ya lo eran, pero si Rick Rubin les encuentra el sonido adecuado -por dios, que se parezca lo menos posible a los últimos discos de Ozzy- y la cosa funciona, podemos esperar un último acto de grandeza por parte de la banda de heavy metal más decisiva de la historia.